Por Josefa Araos, también conocida como @Cotineja
Descubrí el feminismo cuando tenía quince años y en mi desesperada búsqueda de más información, me topé con el libro “Feminismo para Principiantes” de Nuria Varela. Ese libro me puso las Gafas Moradas y pude reconocer las desigualdades a las que nos enfrentamos las mujeres día a día. Una vez que nos ponemos las Gafas Moradas y empezamos a ver el mundo a través del feminismo, la cosa cambia un montón, porque descubrimos que todo lo que nos rodea ya había sido tocado por el machismo. Identificamos millones de problemas sociopolíticos y nos toca empezar a buscar soluciones, así que nos ponemos manos a la obra.
Cuando hablamos de que el feminismo transforma nuestras vidas es en su sentido más literal. Desde que soy feminista he cuestionado la industria de la belleza, el marketing, las leyes, el género y por supuesto, también he cuestionado a la industria de la moda, que no se ha quedado atrás replicando desigualdades.
Descubrí, por ejemplo, que las famosas poleras con el mensaje “This is what a feminist looks like” que aparecieron en la revista Elle hace unos años, fueron hechas en Camboya por mujeres que ganaban sueldos miserables, y que debían dormir hacinadas en pequeñas habitaciones cuando se les daba tiempo para descansar entre turnos.
Descubrí también, que la industria de la moda era la principal responsable de los cánones de belleza, imponiéndonos estos estereotipos que difícilmente podemos cumplir (y que NO necesitamos cumplir), alejándonos de una autoestima sana.
En definitiva, la industria de la moda fue construida en base a nuestras inseguridades, la precarización laboral de muchas mujeres, y si queremos un mundo feminista, tenemos varios caminos a seguir frente a estos problemas: nos quedamos cruzadas de brazos viendo cómo pasa el tiempo, o nos ponemos a trabajar por una moda con enfoque feminista.
Les adelanto: Elegí el segundo camino.
¿La industria de la moda nos ha dañado? Por supuesto, un montón. Nos ha puesto millones de limitantes.
¿Podemos cambiarlo, y hacer que el feminismo se involucre en esa industria? Sí, y mil veces sí. Ese es el camino que escogí, y seguiré luchando día a día por una industria que, mientras exista, nos respete a todes. Porque el feminismo es más que poleras con eslóganes simpáticos (cof cof “girl power”, “we should all be feminists” y demás), el feminismo es luchar por todas las personas que no tienen voz, por aquellas aplastadas por el sistema, por aquellas que lloran frente al espejo. El feminismo es autocrítica y revisión constante de lo que hacemos, es reconocer y deshacernos de todas las violencias (o al menos intentarlo). El feminismo es una lucha por la justicia, y a la justicia la quiero en todas partes, incluso en mi clóset.